Juan Fº Gómez Espinar
Una indagación sobre el destino de toda obra humana es,
siempre una aventura comprometida.
Poco o nada te conocí, llegué tarde a tu persona pero,
los que te disfrutaron avalan tu arquitectura.
Cuando dibujamos el arco cronológico de nuestras vidas,
lo hacemos en años o en décadas de exposición.
Tiempo de construcción y destrucción,
de sentido de permanencia y de desecho.
El destino es obra natural o conceptual,
dependiendo quien lo dirija.
El nos da las cartas,
y nosotros jugamos la partida.
La tuya duró poco, te fuiste muy pronto,
privándome de la performance de tu propia identidad.
Pero tú discurso poético, musical y comprometido,
Nunca clamará en el desierto.
Seguirá conectado directamente con figuras receptoras,
adeptos al mensaje que divulgabas allá donde estuvieses.
Ya fuese en el Ateneo,
ya en los encuentros de Encuentros.
Amigo de muchos desconocido para mí, no te debo nada,
pero me uno a tu homenaje.
Con la certeza cierta de que hubiésemos tenido un futuro,
unidos en una utópica relación, imposible.
Imperante lo inexorable nos queda el recuerdo de tu obra,
con fuerza y sin etiquetas distorsionadoras.
Pensamiento laico con lenguaje limpio y nítido que,
con voz recia y reflexiva acompañabas.
Una vez, solo una vez te escuché cantar y me ganaste,
no como fan a su ídolo.
Sino como el reactualizador de canciones que en el juego de mi partida,
convergen en una única pieza, yo.
Gracias Gabriel por haber estado ahí,
dejando sobre tus amigos y compañeros un poso de dignidad.
La misma que ellos me trasvasan todos los jueves,
entre construcción y destrucción.
FELIZ VIAJE…